5. HIROSHIMA, MIYAJIMA

21:48





Nos despedimos de Kioto y emprendemos ruta hacia Hiroshima, la ciudad tristemente conocida por ser el lugar donde cayó la primera bomba atómica, en 1945. Por la tarde embarcamos en el ferry que nos llevó a la isla Miyajima, famosa por la gigantesca puerta o torii flotante y donde, sólo por ver el atardecer, ya merece la pena visitar.







KIOTO (11 de octubre, 2017)

Nos levantamos muy temprano, tomamos el metro hacia la estación de Tokyo y allí el Sinkansen de las 7'20 h, directo a Hiroshima, con asientos que habíamos reservado el primer día de nuestra llegada a Japón.

La red del metro de Kyoto tiene tan sólo dos líneas: la línea Karasuma que va de norte a sur, y la línea Tozai que va de este a oeste. El horario es de 05:30 a 23:30 horas y el precio del ticket varía de 210 a 350 yenes para los adultos, según el trayecto.

En algunas estaciones de metro hay barreras al borde del andén que se abren automáticamente cuando llega el tren y unas señalizaciones en el suelo que indican donde hay que situarse, respetando el orden de espera.



En el tren está mal visto halar alto y no está permitido fumar ni usar el móvil o escuchar música sin cascos, aunque sí utilizarlo sin sonido. 


Llega el tren y nos despedimos de Kyoto con tristeza, nos hubiera gustado quedarnos algún día más, pero os aguardan nuevos retos y sitios por conocer.

HIROSHIMA

Llegamos a Hiroshima a las 9'02 h. Dejamos las maletas en una consigna (coin baggage) de la estación (700 yenes, las dos cabían en la misma ) y buscamos la Oficina Nacional de Turismo, donde nos informan del servicio de autobuses que realiza un recorrido por los puntos de interés, partiendo de la misma estación y gratuito con el JRPass. Están identificados con un número, un color de línea (rojo, verde y amarilla) y el nombre del destino. 

Tomamos el bus rojo que nos lleva hasta el Parque de la Paz, la zona tristemente conocida por ser el escenario de la primera bomba atómica de la historia, que lanzó el ejército estadounidense contra objetivos japoneses, el 6 de agosto de 1945. Decenas de miles de personas murieron instantáneamente y el número de víctimas ascendió durante los años que siguieron, a causa de los efectos posteriores.




El Memorial de la Paz de Hiroshima, llamado también la Cúpula de Genbaku.


El punto más impactante de Hiroshima es la cúpula Genbaku, ubicada a orillas del río Motoyasu, por ser el único edificio, próximo al epicentro de la explosión, que quedó en pie. Inaugurado en 1915 con motivo de una exposición comercial, que tendría lugar en la ciudad, cambió su situación el 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, cuando la primera bomba atómica estalló muy cerca, a 550 metros (1.800 pies) de altura. Todos los que estaban allí murieron en el acto, pero la estructura, de ladrillo y cemento, quedó en pie.




El edificio Gembaku Domu es todo lo que queda de la vieja ciudad. No se restauró, convirtiéndose en un símbolo para concienciar del daño que causan las armas nucleares y velar por la paz en el mundo. Un artículo de la UNESCO la reconoce como " la fuerza más destructiva creada por el hombre en toda su historia” y en 1996 se añadió a la Lista del Patrimonio Mundial. 







Monumento a la Paz de los Niños

En el centro del parque se encuentra El Monumento a la Paz de los Niños que conmemora a los miles de niños víctimas de la bomba atómica lanzada sobre la ciudad y a Sadako Sasaki, una niña que falleció de leucemia a consecuencia de la radiación emitida por la bomba atómica y que, cuando supo de su enfermedad, empezó a hacer grullas de papel para curarse ya que la leyenda dice que si llegas a hacer 1000 puedes pedir un deseo.

El monumento fue construido con dinero proveniente de una campaña de recaudación de fondos de los escolares japoneses, entre ellos compañeros de clase de Sadako, se inauguró en mayo 1958 y corresponde al Día del Niño en Japón.

En la parte superior de la estructura hay la figura de una niña alzando una grulla de papel que representa a Sadako y a todos los niños que fueron víctimas de la bomba atómica. Debajo del arco principal hay una campana de la paz de la que cuelga una grulla. Algo muy emotivo es hacerla sonar y también dejar una grulla de papel, alrededor del monumento, como recuerdo a Sadako.




Durante nuestra visita coincidimos con varios grupos de escolares, que muy respetuosamente entonaban himnos por la paz del mundo y dejaban flores y ristras de grullas de papel de todos los colores








Monumento a los estudiantes 

Muy cerca del monumento dedicado a los niños, hay otro en honor a a los 6907 estudiantes que murieron a causa de la bomba y que fueron obligados por el gobierno a trabajar en fábricas de munición e incluso a derribar edificios para crear cortafuegos en caso de un ataque aéreo. Las familias de los fallecidos se unieron para recaudar fondos y lograron construir una torre en memoria de todos ellos.


El Monumento a las Víctimas Coreanas.

Una columna con una tortuga en la base,  homenajea a los cerca de 20.000 coreanos muertos en el bombardeo mientras hacían trabajos forzados, en una época en la que Corea era una colonia japonesa. Fue levantado por la asociación de residentes surcoreanos de Japón y, durante casi treinta años, la colonia coreana tuvo que presionar para que, por fin, en 1999, fuera trasladado al interior del Parque de la Paz.



La Campana de la Paz

Golpear esta campana es algo simbólico como deseo de un mundo mucho mejor y su sonido se extiende continuamente. Financiada por la asociación de víctimas de la bomba atómica, tiene grabada un mapa de mundo sin fronteras, para velar por la unidad y la paz mundial. 



La llama de la Paz

Es otro monumento simbólico para recordar a las víctimas. Desde que se encendió en 1964, la llama no se ha apagado, ni lo hará hasta que desaparezcan las amenazas nucleares. Colocada sobre un pedestal, representa dos manos con las palmas hacia arriba, símbolo de las anti-armas nucleares.





Cenotafio conmemorativo a las víctimas

Otro rincón muy conmovedor de este parque es el monumento del cenotafio, dedicado a las más de 200.000 víctimas. Fue diseñado por el arquitecto Kenzō Tange con una curva de hormigón que simula una cubierta para todas esas personas que perdieron la vida. Una inscripción escrita en japonés dice “Descansad en paz, el error no se repetirá”. Suele estar repleto de flores.





Museo de la Paz de Hiroshima

Visitar el Museo de la Paz es interesante para conocer los detalles del trágico acontecimiento, así como las consecuencias de la explosión. En las salas hay unos paneles informativos en japonés e inglés, con  una exposición de fotografías espeluznantes e incluso objetos personales de las víctimas. La entrada cuesta 200 yenes (1,70€ aprox).

"Little Boy" fue el nombre con el que los americanos bautizaron la bomba lanzada en Hiroshima. Con 63 kilogramos de uranio enriquecido, explotó a una altitud de 600 metros sobre la ciudad japonesa, a las 8:15 del 6 de agosto de 1945, acabando con la vida de aproximadamente 140.000 personas.

Uno de los objetos expuestos es un reloj de pulsera encontrado en las ruinas de la ciudad. En él la aguja pequeña quedó abrasada por la explosión marcando una sombra sobre él mismo, que le hace parecer la aguja grande,  y reflejando la hora exacta de la explosión.


Botella y tarros deformados por la explosión.




El Museo utiliza imágenes gráficas en 3-D proyectadas en un diorama para simular el bombardeo, en el centro de la ciudad de Hiroshima y cómo fue devastada en un instante con una sola bomba atómica. Se puede ver en el siguiente enlace:

http://www.asahi.com/ajw/articles/AJ201704260040.html

Hiroshima era un objetivo perfecto porque prácticamente toda la ciudad era una fábrica de armamento y no había campos de prisioneros en las proximidades y Japón era una potencia agresora, que provocó la guerra con sus intentos de conquistar desde Corea a la URSS, pasando por China y tenía  esclavizados a un gran número de coreanos trabajando en sus fábricas.

A nivel geopolítico, posicionó a EE.UU. como una potencia nuclear, otorgándole una ventaja militar sobre su rival de entonces, la URSS" pero, pese a que han pasado ya siete décadas, es un capítulo aún no cerrado, tanto para las víctimas y sus familiares, que no quieren que se olvide, como para los líderes mundiales, conscientes, desde entonces, de lo catastrófico de una guerra atómica, que conllevaría el exterminio de la humanidad.



Cuando terminamos de ver todo  volvimos al punto de autobús,  esta vez tomando la línea verde hasta el punto 11, Namiki Hondori. Dos calles más adelante se encuentra un edificio con cuatro plantas donde, fuimos a comer ostras a la plancha y los famosos okonomiyaki, el plato regional de la ciudad.


En la foto a continuación se ve el edificio. Las cuatro plantas están destinadas a restaurantes con este tipo de comida. Son pequeños locales con apenas viente taburetes alrededor de una barra pero dicen que es donde se sirven los mejores okonomiyakis de la ciudad. Nos aconsejaronlos de la segunda planta, que eran más tranquilos.


El okonomiyaki se asocia a Hiroshima, Se trata de una comida japonesa que consiste en una masa con varios ingredientes, que van cocinando en una plancha delante nuestro. Es curioso ver todo el procedimiento.


Por la gran variedad de ingredientes con la que se prepara ha hecho que muchos se refieran a ella como la pizza japonesa, aunque no se parezca en nada por su sabor.


Se come directamente en la misma plancha,  con ayuda de los palillos que ya habíamos empezamos a utilizar.

Tanto las ostras gigantes como el okonomiyaki estaba todo delicioso y nos es muy caro. ¡Si vas a Hiroshima no puedes dejar de probarlo.


Regresamos a la estación en el mismo tranvía de la línea verde y, después de recoger las maletas, tomamos el JRPass hacia Miyahima situada a unos 50 km de Hiroshima. El trayecto duró 25 min.




MIYAJIMA

Bajamos en la estación de Miyajima-guchi y nos dirigimos andando hacia el muelle (a unos 200 m de la estación), donde embarcamos en un ferry (gratuito con el JR Pass) para llegar a la isla.


Miyahima significa isla santuario, aunque su nombre oficial es Itsukushima. El gran torii (gran Puerta) que se eleva sobre el mar durante la marea alta, es el símbolo del principal santuario.

Es una isla muy frondosa porque la tala de árboles está prohibida y conserva su bosque virgen, hogar de una gran variedad de flora y fauna y donde vagan libremente los ciervos.


A las 16h desembarcamos en la isla, que se encontraba desbordada de turistas.

Para llegar a nuestro alojamiento un hombre, al que preguntamos,  se ofreció a acompañarnos. Llama la atención la amabilidad de todo el pueblo japonés, siempre dispuestos a prestar su ayuda desinteresadamente.

A través de Booking, habíamos hecho reserva de una noche en Miyajma Guest House Mikuniya, un alojamiento que nos habían aconsejado, de estilo tradicional japonés con un bonito jardín, suelo de tatami (tejido de paja), amplia habitación con colchón tipo futón y un pequeño onsen (baño de aguas termales). El anfitrión muy amable, con ganas de hablar y ayudar en todo. Nos encantó. Era muy similar a un ryokan.
Nos hallábamos muy próximos al santuario de Itsukushima y nos dirigimos andando hacia él. Por la calle nos cruzamos con unas mujeres que iban vestidas con el traje tradicional de Miyajima y nos saludaron muy amistosamente. 
En la isla hay varios rickshaw que ofrecen servicio especialmente a los turistas.


Miyajima alberga varios santuarios. A 10 minutos a pie desde la estación del ferry sobresale la vistosa pagoda Goju-no-to, del santuario Senjogaku, construida en 1407. Llama mucho la atención porque sobresale de lo alto de la montaña y se ve casi desde cualquier punto de la isla. Es de madera, con cinco pisos y está dedicada al Buda de la medicina pero su interior no es visitable.


Llegamos al santuario cuando el turismo prácticamente había desaparecido. La última visita era a la seis y decidimos aprovecharla. La entrada valía 300 yen (unos 2,30€ aproximadamente) y fue todo un lujo poderlo visitar tan tranquilamente y casi en solitario. 

Este santuario sintoísta, inscrito en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1996, está construido sobre pilotes de madera y cuando hay marea alta parece que esté dentro del mar. Dicen que fue fundado en el año 593, pero sólo se puede confirmar su existencia a partir del 811. Se construyó en Miyajima debido a la costumbre sintoísta de adoración de las montañas y como toda la isla está rodeada por ellas, el lugar fue considerado sagrado y durante muchos años la presencia humana estuvo prohibida.

Durante nuestra visita, la marea estaba bajando bajar pero el torii aún se encontraba completamente cubierto de agua.











Ofrendas de saque, como en la mayoría de los templos.














Al ser una estructura que pasa mucho tiempo sumergida en el agua, ha sufrido bastantes daños, especialmente el torii que ha sido reconstruido varias veces, la última en 1875.



A la salida del santuario unos monjes de Birmania, con los que mantenemos una pequeña conversación,  piden hacernos una fotografía con ellos.



Poco a poco la marea iba bajando y nos permitió andar por la arena.


Pronto pudimos disfrutar de un magnífico atardecer. Sentamos en unos bancos, en frente del torii,  nos quedamos fascinados contemplando la imagen que se reflejaba en el agua, en un remanso de paz.










Tan entusiasmados estábamos que cuando decidimos ir a cenar, quedaban muy pocos restaurantes abiertos (cierran muy pronto entre 18.30 y excepcionalmente a las 20.00). Afortunadamente, encontramos uno en el que repetimos las típicas ostras, pulpo y verduras en tempura, arroz y una crema típica de la isla. Todo muy bueno.

Y al acabar de cenar, volvimos a disfrutar de la imagen del torii iluminado.






Poco a poco la marea fue bajando y nos pudimos acercar más.




Al día siguiente, muy prontito, después de desayunar, la marea estaba muy baja y pudimos llegar andando hasta la misma base del precioso torii.









En Miyajima es aconsejable quedarse una noche, sólo por ver el amanecer ya vale la pena pero, además, el panorama cambia por completo ante los cientos de turistas que desembarcan de los ferry e inundan la isla y la tranquilidad que queda cuando casi todos regresan al atardecer, que es cuando se empieza a disfrutar de este magnífico lugar. Lo mismo al amanecer, para poder llegar a la base del  torii con la marea baja, sin aglomeraciones, vale la pena madrugar un poco y adelantarse a la llegada de los primeros ferrys.






Nos despedimos de Miyajima con la llegada de las primera aglomeraciones de turistas. Nuestra estancia en la isla fue un verdadero privilegio y uno de los lugares que más disfrutamos en nuestro viaje a Japón.


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